¿Cómo abordar lo inabordable? El tema es tan pródigo en posibilidades que por su naturaleza semeja ser casi inagotable, digno quizá hasta de una tesis doctoral, porque es vasto y sobre él se puede escribir mucho. Investigar y escribir mucho. Poque registros de la ciudad, de su huella en la literatura argentina, a lo largo de los años, hay realmente numerosos. ¿Desde la novela? ¿Desde la poesía? ¿Desde el cuento? En todos estos géneros hay referencias precisas o incidentales a la ciudad. "Fundación mitológica de Buenos Aires", el célebre poema de Borges lo induce en el mismo título. Los igualmente famosos versos del poema "Buenos Aires" son también evocativos aunque en un plano más existencial.
Y la ciudad, ahora, es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana
sombra final, se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
será por eso que la quiero tanto.
Como se sabe, probablemente -y no digo sólo posiblemente- la mejor pluma empuñada alguna vez en Argentina se refirió varias veces a la ciudad, ese escritor que por razones poco literarias se vio privado del Premio Nobel de Literatura, todavia hoy reclamado póstumamente, una injusticia muy grabada en el imaginario argentino. También, por ejemplo, lo refieren éstos versos:
Desde uno de tus patios haber mirado las antiguas estrellas.
Desde el banco de sombras haber visto esas luces dispersas
que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
ni a ordenar en constelaciones
haber sentido el círculo del agua en el aljibe
el olor a jazmín y la madreselva,
el silencio del pájaro dormido, el arco del zaguán,
-esas cosas, acaso, son el poema.
Pareciera que esta postal de un fragmento de Buenos Aires resume todas las posibilidades como para conjugar un poema, agrupa todos los elementos (El Sur). Más incidental, acaso de un modo sinecdótico, es la descripción de un comercio:
Más vil que un lupanar
la carnicería infama la calle.
Sobre el dintel,
una ciega cabeza de vaca
preside el aquelarre.
Ya que estamos en un plano borgeano, no conviene olvidar todo el universo que se desgrana en sus arquetipos humanos -milongueros y compadritos- ("una mitología de puñales"). Y como estamos, además, en un terreno que alude a lo popular, mencionemos que innumerables letras de tangos y milongas, entre otros géneros musicales, recogen distintos aspectos ciudadanos y evoco por todos, al emblemático Sur, "Mi Buenos Aires querido" y "Melodía de arrabal" (la lista sería interminable). Inclusive la música pop contemporánea, algunas letras del rock, aluden de modo explícito a la ciudad ("La ciudad de la furia", de Soda Stéreo : "Buenos Aires se ve, tan susceptible. Ese destino de furia es, lo que en sus ojos persiste" o Bar Imperio, de Zas, en honor al bar homónimo). Y la propia sub-literatura que es el guión de historietas, también resultó un marco adecuado para un desarrollo escenográfico situado en Buenos Aires, paradigmáticamente, con "El Eternauta", primero dibujado por Solano López y después por el uruguayo Alberto Breccia.
Curiosamente, y ya que estamos en el terreno literario, nada menos que "La Divina Comedia" de Dante Alighieri, ese monumento poético, teológico y filosófico, está presente en la arquitectura porteña. El reconocible Edificio Barolo, de la Avenida de Mayo, proyectado por el arquitecto italiano Mario Palanti es la traducción, sin más, de la obra literaria en clave arquitectónica. Toda la estructura del Palacio Barolo, está basada en la obra canónica de Dante, inspirado en su división en cantos y coronado por un faro de 300.000 bujías que representa a los nueve coros angélicos, o según otra versión, a Dios, en la cima (Palanti tenía el objetivo eventual de que los restos de Alighieri fueran encriptados en el edificio).
Esta alusión a la Avenida de Mayo me recuerda una afirmación de Borges destacando su "tristeza", carácter con el que cabe discrepar, pero éstas son cuestiones eminentemente subjetivas.
Que la ciudad está transida por la literatura, lo revela la distribución geográfica ideal en dos bandos, los célebres grupos de Boedo y Florida.
La misma ciudad encontró una definición literaria de la mano de un distinguido escritor extranjero, André Malraux, que la caracterizó como "la capital de un Imperio que nunca existió", de forma ciertamente poética.
Por descontado, que si adoptamos unas miras más ampias de la voz "literatura" no podría olvidarse la presencia también minuciosa de la ciudad en el género ensayístico. En la crónica de viajes, pongo por ejemplo lo escrito bajo el sugerente y nada breve título "Verídica descripción de varias expediciones como también de muchas partes desconocidas, islas, reinos, ciudades...también de muchos peligros, peleas y escaramuzas entre ellos y los nuestros, tanto por tierra como por mar, ocurridos de manera extraordinaria, así como de las costumbres horriblemente singulares de estos antropófagos, que nunca han sido descriptas en otras historias o crónicas, bien registradas o anotadas para utilidad pública" (Baviera, 1567), epígrafe que, de por sí, merece cierto reconocimiento, de la pluma del alemán Ulrich Schmidl, que acompañó a Mendoza en la Primera Fundación, en 1536. Hasta el teatro resultó un escenario apropiado para mencionar la ciudad, como en la obra de Juan Bautista Alberdi La Revolución de Mayo (1839) que discurre en el Cabildo.
Así mismo, hay otros extraordinarios escritores que en diferentes relatos, aludieron de forma más o menos incisiva al tema, como Manuel Mujica Láinez (Misteriosa Buenos Aires, paradigmáticamente) o Leopoldo Marechal a través de la novela Adán BuenosAyres, otra de las obras más reconocidas del imaginario literario. Por eso este prólogo que se pregunta sobre las posiblidades temáticas del artículo y la asunción de que puede asumirse desde plurales perspectivas, desde todos los géneros literarios, en forma diacrónica o no, tomando alguna obra consular o canónica, uno o más autores, desde lo académico a lo popular...cantera casi inagotable. Para poner un dique a tanta vastedad, para delimitar unas necesarias fronteras, voy a cirunscribirme, por ser indiciario también de una tensión social más o mennos oculta -y a veces epidérmica- (las ciudades, después de todo, están animadas por sus gentes) a la obra de uno de los más importantes literatos del país, por muchos considerado el padre de la literatura argentina contemporánea: Roberto Godofredo Chistophersen Arlt. Ya la primera obra ensayística de Arlt trae una mención en el epígrafe que delimita el territorio citadino y muestra la vinculación raigal del escritor con ese ámbito espacial. "Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires" de 90 páginas, incluido en Tribuna Libre (1920) publicación que abordaba temas sociológicos y literarios. Cuestión que, como todos saben, convoca la curiosidad morbosa de la mayoría de las personas. La crónica de la vida cotidiana en la ciudad está grabada con buril en las famosas "Aguafuertes Porteñas". Pero adentrándome más en la literatura ajena a esas estampas memorables, hay la huella citadina en diversos relatos el célebre escritor. Uno de ellos, donde la presencia es muy destacada y que podría encuadrarse en el género ciencia ficción es La luna roja (1932, aparecido en El Hogar). Me voy a permitir transcribir algunas líneas introductorias del cuento, que es reflejo de algunos caracteres de una ciudad ya plenamente conmprometida con un creciente tránsito hacia la modernidad, demasiado alejada de la Gran Aldea.
"Desde las terrazas elevadas, al punto que desde allí parecía que se podían tocar las estrellas con la mano, el viento despedía franjas de músicas, blues oblicuamente recortados por la dirección de la racha de aire. Focos de porcelana
iluminaban jardines aéreos".
También en "Noche terrible" (El Hogar, 1932) hay algunas alusiones a la ciudad pujante.
"Ricardo Stepens no olvidará jamás esta noche, decorada en la altura por contramarcos de gases fosforescentes y locomotoras de lámparas eléctricas que ponen agujeros negros o soles violetas entre las constelaciones rosas de otros letreros luminosos que antorchan permanentemente las crestas de la ciudad capitalista con sus estructuras de castillos de hadas".
Hasta aquí la descripción de una ciudad ambiciosa como cualquier otra. Pero la demostración de que la escena sucede en la ciudad que nos ocupa, se refleja más adelante.
"-¿Dónde dije que fuera, chófer?
-A Belgrano... -No, hombre. Vamos al centro.
-¿A qué parte? -Adonde se le dé la gana.
.....
Stepens distingue un quiosco gris, luego una dorada vidriera de café.
-Pare aquí, chófer...
-Estamos en Almagro.
-No importa. Pare aquí."
En "El misterio de los tres sobretodos" (El Hogar, 1937), si bien la referencia no es expresa, fácil es extraer la conjetura de que alude a Buenos Aires, por alguno de sus párrafos, y la mención de un "ladrón de medialunas" ese bocado tan característico de los porteños.
"Ateniéndome a los sucesos tal me fueron narrados, podría afirmar que el enigma de la oficina fue uno de los tantos dramas obscuros que se gestan en las entrañas de las grandes ciudades, donde las bagatelas terminan por revestir un contorno de episodio cruento en la conciencia de las personas que a diario se soportan en un ambiente estrecho de trabajo y duro de responsabilidades". Además se habla de un robo en la sección "Expedición al Interior" de la empresa Xenius, lo que ratifica la hipóteis capitalina.
Pero donde se reproducen más imágenes de la ciudad, expresas, es en su novela canónica "Los siete locos", continuada con "los lanzallamas". Haré aquí un racontto incompleto, aunque suficientemente ilustrativo:
"Entonces su irritación se volvió contra la bestial felicidad de los tenderos, que a las puertas de sus covachas escupían a la oblicuidad de la lluvia. Se imaginó que estaban tramando eternos chanchullos, mientras que sus desventuradas mujeres se dejaban ver desde las trastiendas, extendiendo manteles en las mesas cojas, arramblando innobles guisotes que al ser descubiertos en las fuentes arrojaban a la calle flatulencias de pimentón y de sebo, y ásperos relentes de milanesas recalentadas. Caminaba ceñudo, investigando con furor lento las ideas que se incubarían bajo esas frentes estrechas, mirando descaradamente las lívidas caras de los comerciantes, que desde el cuévano de los ojos espiaban con una chispa de ferocidad a los compradores que se movían en los negocios fronteros...A medida que iba pasando frente a colchonerías y almacenes y tiendas, pensaba que esos hombres no tenían ningún objeto noble en la existencia, que se pasaban la vida escudriñando con goces malvados la intimidad de sus vecinos, tan canallas como ellos...y esto le produjo súbitamente tanto encono que de pronto aceptó que lo mejor que podría hacer era irse, pues si no tendría un incidente con esos brutos, bajo cuyas cataduras enfáticas veía alzarse el alma de la ciudad, encanallada, implacable y feroz como ellos".
Juan Bautista Pfeiffer