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11 abril 2013 4 11 /04 /abril /2013 04:23

En la televisión la senora mostró a su pobre hijo discapacitado, víctima de un problema de nacimiento que le dificultaba notoriamente el equilibrio, más otros indicios como hiperexcitación nerviosa y deformaciones que dejaban en claro el origen cerebral de su enfermedad. Aparentemente, poco podía hacerse y en un país con cierta precariedad tecnológica para tamano desafío de salud, los pronósticos eran nada alentadores. Sin embargo, había una luz de esperanza emanada de un lejano país que había desarrollado terapias en base a las llamadas células madre, que sin ser absolutamente promisorios, albergaban la posibilidad estadistíca de que experimentarse ciertas mejoras sensibles. Esto hizo que en un momento los ojos se dirigieran a China que es el país que ofrecía el tratamiento de estos males, aunque debe decirse que las operaciones eran costosas, para no hablar del viaje que de por sí implicaba gastos no menores, lo mismo que el alojamiento en Oriente. Pero la gente se resiste a claudicar cuando la salud de los hijos está muy comprometida, y todos los esfuerzos son tolerados para intentar una mejoría de su situación. Y, con cierto ingenio, empezó a trazarse un plan que permitiera que esta familia de origen social humilde pudiera hacere en términos relativamente próximos de la suma exigida para el logro tan esperado. Es así que se organizaron espectáculos populares, la contribución de bandas de músicos, la convocatoria de distintos tipos de eventos populares con la venia del alcalde, destinados a que las expectativas generadas tomaran cuerpo y no se desvanecieran en el globo de las ilusiones. Pacientemente, la senora exhibía por el medio televisivo su historia patética y despertaba la solidaridad de sus vecinos.

También se habilitó una cuenta con el patrocinio del Banco Municipal donde sensibilizados vecinos dejaron sumas más o menos ingentes para que la cuenta fuera conformándose. Las esperanzas no estaban hechas anicos y, realmente, las campanas de fondo fueron adquiriendo color. Fue éste uno de los casos primigenios y, la noticia cundió y fueron otros padres, mártires en vida, quienes imitaron esta conducta y, entonces, en distintos pueblos y localidades del interior se habilitaron ferias con distintas atracciones destinadas a que la esperanza venida de Oriente se hiciera una realidad. No todos, naturalmente, lograban el objetivo, pero la esperanza general permanecía relativamente indemne. Alguien, como,  por acaso, había grabado fílmicamente aquella aparición del chico de unos tres anos, con serias deficiencias para su desarrollo en un video, junto con tantas otras imágenes televisivas. En su cómodo sofá había prendido el electrodoméstico, y acaba de revivir las imágenes de ese viejo video, que culminaba precisamente, con la desoladora historia. Pobre gente, pensó, ojalá hayan encontrado una solución para su drama. Acabada la cinta, con algo de cansancio, en vez de buscar otra como era su objetivo inicial, prefirió con su control remoto mirar el informativo. Una senora, otra más, mostraba televisivamente su desgracia, como sucedía con relativa frecuencia. Una criatura con danos cerebrales, sufría ataques, no podía articular palabras, emitiía aullidos que estremecían, narraba la perspectiva de un viaje a Oriente, clamaba por colaboraciones para obtener fondos....el chico era el mismo, que unos dos anos atrás, acompanaba las imágenes del comienzo de este relato.

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